Pretender que el Papa se plante ante la institución más antigua y retrógrada de Occidente y apoye el aborto, acabe el celibato, confiese todos los crímenes de la Iglesia y, ya que estamos, tire abajo la Capilla Sixtina es una postura, como mínimo, ingenua.
El Papa debería interesarnos como actor político que mediante sus gestos, discursos y decisiones, juega un rol central a nivel mundial. Una especie de pivote que comprende racionalmente qué pases hay que dar en política y cuándo y cómo hay que aguardar el momento justo para encestar el avance.
Tener un Papa en Cuba, que visita a Fidel y que en su discurso le dice a Colombia que acabe con los conflictos internos que desangran su país y que, días después las FARC y el gobierno de Santos sellen semejante acuerdo, es algo histórico.
No recibir al lobby anticastrista de Miami que colaboró activamente con los bloqueos a Cuba, es un gesto político de profundas convicciones.
Que en medio del Parlamento del responsable de casi todos nuestros males, salga a bancar la parada y a pegarles en su propia cara por el tráfico de armas, la xenofobia, la pena de muerte y la pobreza, hace quedar muy pequeñito a cualquier planteo de nene berrinchero que cierra toda neurona política que le permita comprender a Jorge Bergoglio como un alineado con “los buenos”, “el pueblo”, “los débiles” o como quieran llamarlo.
Que haya tomado los protocolares micrófonos de la ONU para hablar de prostitución infantil, trata de personas, tráfico de armas, narcotráfico y exclusión de la mujer, es algo que no podemos ignorar.
A Francisco no hay que analizarlo como el enviado de Dios en la tierra, ni como el demonio antiabortista que pretende seguir subyugando a la mujer. Pienso que ambas posturas son erradas. Jorge Bergoglio no le pide a uno ser católico para acordar y luchar, sus movimientos políticos exceden a la religión. Abre la cancha a otras creencias y conformaciones políticas. Es un agente de proporciones globales, una especie de encarnación del sistema: ningún voto popular lo puso ahí, excede todo territorio y no cumplimenta la totalidad de requerimientos legitimadores para ser un estado más (aunque legalmente lo sea). Viene a ser un “líder del mundo” que toma decisiones políticas concretas. No podemos negarlo, ocultarlo, rechazarlo u odiarlo simplemente.
Cuando un líder mundial con poder político concreto, se alinea a los gobiernos más populares, hay que aprovechar el impulso. Y en ese impulso hay que evitar que el árbol nos tape el bosque. No se puede pretender o esperar que la Iglesia Católica, de la noche a la mañana venga a transformarse en una especie de organización pluridemocráticahorizontaloide que encabece la lucha de algunas disputas concretas para desde allí librarnos de todo mal. A lo que voy: si en estos momentos, la figura máxima de la Iglesia está “de nuestro lado”, hay que tener la suficiente inteligencia política y capacidad de contextualización histórica y social, para engarzarlo en las luchas populares, en los avances más generales y urgentes.
Quizás deberíamos animarnos de una buena vez por todas a entender que el Papa es un político, que llegó ahí haciendo política y que como tal, cabe perfectamente que, dentro de las limitaciones que implican ser el líder de una institución milenaria y nefasta, empecemos a disputarle el sentido. Debemos agarrar su flanco político y disputarlo discursivamente. Engranarlo al conjunto de ideas, instituciones, organizaciones y luchas de las cuales salen las acciones concretas para combatir el capitalismo financiero asesino que hace peligrar cualquier avance logrado en los últimos 20 años. Hoy, el Papa Francisco es un actor clave para seguir consolidando los avances que tanta sangre y miseria han costado, incluso por parte de la institución que él lidera.
Dejo aquí algunas definiciones claves que Francisco hizo en la ONU.
“La reforma y adaptación a los tiempos siempre es necesaria. Hay que dar participación real y equitativa en las decisiones, para todos los países”.
“No hay que limitarse al ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos o creer que una única solución teórica y apriorística dará respuesta a todos los desafíos”
“Viviendo propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable, libertad religiosa y de espíritu, educación”.
“Hay que afirmar que existe un derecho del ambiente. Cualquier daño al ambiente es un daño a la humanidad. El abuso y su destrucción van acompañados por un imparable proceso de exclusión. Un afán egoísta de bienestar material lleva a agotar los recursos y a excluir a los débiles”.
“Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral, se debe continuar con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y los pueblos y no usarla como un instrumento para disfrazar intenciones espurias”.
“Cuando se confunde la norma con un simple instrumento para usar cuando resulta favorable y eludir cuando no lo es, se abre una caja de pandora de fuerzas incontrolables que dañan a las poblaciones, el ambiente cultural y el ambiente biológico”.
“No faltan pruebas de las intervenciones militares no coordinadas entre los miembros de la comunidad internacional. No puedo dejar de reiterar mis repetidos llamamientos en relación con la dolorosa situación de todo Oriente Medio, norte de África y sus adentros, donde los cristianos junto con otros grupos culturales o étnicos, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y han tenido que huir o pagar su adhesión al bien y la paz con la propia vida o con la esclavitud”.